Críticas a la falta de información sobre el acuerdo con la
Unión Europea
Negociaciones secretas en el Mercosur
Un encuentro de parlamentarios de Europa y el Mercosur
tratará en Bruselas los términos de un acuerdo que el gobierno argentino
negoció de espaldas a los sectores afectados. Guillermo Carmona, diputado del
FpV, anticipa su postura ante la reunión.
Por Raúl Dellatorre
Si el diagnóstico de la economía era complicado para pymes y
producciones regionales hasta hace unos días, los violentos desequilibrios
financieros y cambiarios de esta última semana llenaron de nubarrones el
panorama. A este cuadro, se suma la pretensión oficial de avanzar contra toda
lógica en un acuerdo comercial Unión Europea-Mercosur que pondrá en estado de
mayor indefensión a las empresas locales, que no tuvieron participación ni
información sobre los temas negociados.
Este punto, el ocultamiento de los términos de la
negociación, es uno de los asuntos que planteará Guillermo Carmona, diputado
nacional por el FpV, en Bruselas durante su participación en el seminario sobre
Negociaciones Unión Europea-Mercosur, que compartirá con parlamentarios de
ambos bloques comerciales. Otros integrantes de la delegación mercosurense
serán el ex canciller brasileño Celso Amorim y el especialista y también ex
secretario de Relaciones Económicas de la cancillería argentina Carlos Bianco.
“El acuerdo Unión Europea-Mercosur tiene múltiples
perspectivas críticas, y como parlamentario me preocupa en especial el secretismo
con que se desarrollaron las negociaciones. No sólo frente a nosotros, porque
el Congreso debe tener intervención, sino también respecto de los sectores
interesados. Ni empresarios, sindicalistas, organizaciones sociales,
especialistas, nadie fue consultado ni informado”, señaló Carmona a PáginaI12,
en una entrevista previa a su partida. “Además, hubo una notable asimetría en
el acceso a la información. A diferencia del Mercosur, la Unión Europea definió
un mecanismo en el proceso de la negociación contemplando la participación y la
forma de acceso a esa información para distintos sectores”.
–¿Cómo se tramitó desde el Congreso el pedido de
información?
–Yo mismo le pedí al Jefe de Gabinete, Marcos Peña, en una
de sus visitas al Congreso, que nos remitiera la oferta que hizo cada una de
las partes en la negociación (pretensiones de cada parte, con la lista de
sectores que se abren al comercio y los condicionamientos). Alegó que había un
compromiso de confidencialidad con la Unión Europea por lo que no podía hacerse
público tal aspecto. Pero resulta que los parlamentarios europeos sí podían
acceder, porque así está previsto en la Unión Europea. Y esa terminó siendo la
única vía tuvimos para acceder a lo que se estaba negociado, a través de la
información que nos brindan nuestros colegas europeos. El gobierno argentino,
que se proclama tan republicano, negocia de espaldas al Parlamento. Y no sólo
eso, porque también se le negó el acceso a la información a sectores económicos
y sociales que van a ser directamente afectados por lo que se pacte.
Me refiero a la actitud concedente que han tenido los
negociadores del Mercosur en este último tramo de las conversaciones,
especialmente los de Argentina. En la búsqueda de un acuerdo rápido, se han
tenido actitudes de concesión hacia los intereses europeos pasando por encima
de la defensa de los intereses nacionales. Las concesiones que se están
ofreciendo en materia de comercialización y acceso extranjero a los mercados
locales van a perjudicar seriamente a la producción textil, al calzado y a
muchas producciones regionales como la olivícola. En esta disyuntiva, estamos
retrocediendo a una relación con la Unión Europea más propia de la época de la
colonia.
–El gobierno de Argentina y el de Brasil de los dos últimos
años no ocultaron su urgencia por alcanzar este acuerdo a cualquier precio.
¿Por qué, entonces, no se alcanzó?
–Lo único que le puso freno al cierre del acuerdo fueron las
contradicciones en el propio bloque europeo. Los sectores agrícolas, con
Francia a la cabeza, no están de acuerdo. Allá hay mucha discusión porque los
distintos sectores económicos participan en el debate. Esa es la diferencia:
acá no. Incluso en Brasil se dio un debate y, en algún momento, la industria
automotriz brasileña había trabado el acuerdo, aunque después aflojó. En
Argentina, en cambio, el gobierno oculta los términos de la negociación y las
consecuencias que va a tener el acuerdo. Ni siquiera se realizaron estudios de
impacto de diferentes políticas o medidas.
"El gobierno argentino, que se dice tan republicano, ocultó los términos en que negoció" (dip. Guillermo Carmona).
–¿En qué condiciones se encuentran las economías regionales
para afrontar las consecuencias de un acuerdo como el que se negocia?
–En las peores. Muchas economías regionales hoy están en una
situación de quiebra. La producción frutícola, tanto la del Alto Valle y como
la de Cuyo, está en estado terminal. La vitivinícola de mi provincia (Mendoza),
igual. Salvo los grandes grupos, que como manejan la importación de vino, que
la combinan con la oferta de producción propia. En el último año entraron desde
Chile 90 millones de litros. Entran con marcas conocidas, tradicionales de vino
común, el más económico, como Toro Viejo, Termidor, Peñaflor. Pero si se mira
en detalle la etiqueta, se ve que dice “procedencia Chile”. Casi ni se percibe,
es una forma de desplazamiento a la producción nacional que no es menor. Hemos
presentado iniciativas para limitar la importación en el Congreso. En el rubro
de horticultura, hay varios rubros en situación crítica por la importación:
tomates, berenjena. El sector olivícola en particular está aterrorizado frente
a una eventual apertura a la Unión Europea. El impacto sobre el mercado del
aceite de oliva sería muy fuerte. Si ahora ya están afectados por la entrada de
aceite de Egipto, imaginemos lo que sería abrirle las puertas a toda la oferta
europea.
–¿Qué respuesta tuvieron a las iniciativas para limitar la
importación?
–Hasta ahora ninguna pero insistimos, porque la situación es
muy crítica en muchas economías regionales. No sólo para el vino, hemos
presentado demandas de medidas también por el tomate, peras, manzanas. Hay que
entender que aquí se han desarticulado todos los mecanismos de administración
del comercio, que permitían tener cierta regulación sobre la oferta importada
en defensa de la producción nacional. Se demonizó como “el cepo” a toda esa
política y se destruyeron todas las barreras. Hoy no hay techo para la
apertura. El gobierno negocia un acuerdo comercial con Chile y el Congreso ni
siquiera es informado, está en un total desconocimiento. Me decía un colega en
estos días, “vas a una verdulería en el Litoral, y te encontrás con naranjas
valencianas”. El único argumento que el gobierno le da a los sectores de la
producción es que tienen que reconvertirse para ganar competitividad. Y todo
esto se vería agravado con un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
Al mismo tiempo sabemos, por experiencia, que Europa por vía de medidas
fitosanitarias puede restringir el ingreso de productos frutihortícolas
provenientes del Mercosur. Estamos hablando del sector agrícola europeo, el más
combativo en contra de la apertura.
–¿Y los sectores afectados, la industria manufacturera y las
producciones regionales, no reaccionan frente al acuerdo con Europa?
–Siento que hay un alto nivel de desconocimiento en el
sector empresarial sobre este tema. También hay sectores que conocen el impacto
de un acuerdo de libre comercio como éste, pero están muy disciplinados y temen
que el gobierno tome represalias si se oponen. Es un panorama desalentador.
Pareciera que está fuera de toda consideración la evaluación de otras
alternativas fuera de un esquema de libre comercio. Hubo posiciones muy
críticas al acuerdo desde los gremios (Corriente Federal de la CGT, y las dos
CTA), hay que reconocerlo. Lo que está claro es que, si el acuerdo se termina
firmando, no va a ser con el consenso de los sectores más representativos, pero
sí con el silencio de muchos de ellos.
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