La tercera
oportunidad de Andrés Manuel López Obrador
El candidato de
izquierda, al frente de la coalición Juntos Haremos Historia, está cerca de
llegar a la presidencia de México. Es un líder con vocación social, pero un
político también pragmático, contradictorio y tenaz. Si resulta victorioso,
AMLO revelará si es el presidente del cambio o el caudillo que muchos mexicanos
temen.
Por GUILLERMO
OSORNO(*) – 3 de junio de 2018.
CIUDAD DE
MÉXICO — En una cantina de moda en Ciudad de México, la coordinadora de campaña
del candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Tatiana
Clouthier, encantaba a la audiencia joven y de clase media con su estilo franco
y desenfadado. Clouthier le ha dado una cara fresca al modo más bien tosco y
jactancioso de su jefe, Andrés Manuel López Obrador, el aspirante con mayores
posibilidades de ganar las elecciones presidenciales en México. Hija de un
excandidato a la presidencia, es parte de una familia de empresarios, también
es integrante de la élite de la ciudad de Monterrey, uno de los centros
industriales más ricos del país. Esa noche, hace unas semanas, contaba que
después de acercarse a López Obrador, mejor conocido como AMLO, y romper con el
Partido Acción Nacional (PAN), se había dado a la tarea de hacer proselitismo a
su favor entre la élite del norte del país y más tarde se convirtió en la
coordinadora de la campaña.
Días después de
la reunión, el periódico El Financiero publicó una encuesta que le daba una
ventaja de veinte puntos a López Obrador en las preferencias electorales. No
era la primera vez que AMLO aparecía de puntero. Lo revelador de la encuesta
era que el candidato había conseguido crecer la intención de voto precisamente
entre los electores del norte, que normalmente optan por el Partido
Revolucionario Institucional (PRI), de centro, o el PAN, a la derecha.
A un mes de las
elecciones, la llegada de López Obrador a la presidencia parece inevitable. Las
circunstancias lo favorecen de tal manera que parece que su gran problema será
el tamaño de su éxito. La encuesta del despacho de opinión pública Parametría
lo coloca con el 54 por ciento de
la preferencia efectiva y otras mediciones recientes, como la de Consulta
Mitofsky, sugieren que su coalición, Juntos Haremos Historia, se llevará también el Congreso. México podría estar a las puertas
de un replanteamiento de su mapa político comparable con el ascenso de Margaret
Thatcher o Ronald Reagan en sus respectivos países, o con la llegada de Carlos
Salinas de Gortari; personalidades que realinearon las alianzas políticas y las
prioridades nacionales, con un entorno internacional también cambiante.
AMLO es una ave
rara en la política mexicana, tiene un largo recorrido como líder social.
Comenzó su carrera como delegado del Instituto Nacional Indigenista de Tabasco.
Luego coordinó la campaña del gobernador priista Enrique González Pedrero,
quien tras ganar lo nombró líder del PRI local. Salió expulsado del partido por
tratar de democratizar las bases. En 1988 se unió al movimiento político contra
la candidatura de Carlos Salinas de Gortari, que desembocó en la fundación del
Partido de la Revolución Democrática (PRD). Fue el presidente del nuevo partido
en Tabasco y ganó notoriedad nacional al encabezar numerosas marchas contra los
fraudes electorales en su estado.
Más tarde,
López Obrador presidió el PRD. Con él al frente el partido ganó varias
gubernaturas, escaños en el Senado y la Cámara de Diputados, y llevó a
Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura de gobierno de Ciudad de México, entonces
Distrito Federal.
En el año 2000,
como resultado del mismo proceso electoral que terminó con setenta años de
hegemonía del PRI, López Obrador ganó las elecciones para jefe de gobierno de
la capital del país. Ese fue un periodo muy importante en la historia política
de López Obrador porque logró poner en práctica algunas de sus ideas más
cercanas: disciplina financiera y política de austeridad que le permitieron
echar a andar una política social amplia, cuyo programa más famoso son las
transferencias monetarias a los adultos mayores.
En abril de
2005, cientos de personas salieron a apoyar al entonces jefe de gobierno de la
capital mexicana, Andrés Manuel López Obrador, después de un intento de
desafuero. CreditReuters/Daniel Aguilar
En 2003 se
había convertido en el político más popular del país, con unos niveles de
aprobación de alrededor del 80 por ciento. El presidente Vicente Fox trató de
descarrilarlo al promover un juicio de desafuero contra él, pero la treta
resultó burda y terminó fortaleciendo al jefe de gobierno. Cientos de miles de
personas salieron a las calles en su favor para cuestionar el proceso. Su
carrera a la presidencia en las elecciones de 2006 parecía indetenible.
El estilo
político de López Obrador contrasta con el perfil tecnocrático de José Antonio Meade y Ricardo Anaya, los candidatos del
PRI y el PAN: conecta bien con su electorado, que no solo está en las clases
populares, sino también entre los jóvenes y los sectores más educados de la
sociedad, y tiene una gran capacidad de dominar la conversación pública.
AMLO defiende
algunos valores de la izquierda, como la preocupación por la desigualdad y la
pobreza y la convicción de que es necesaria una mayor presencia del Estado en
la economía para fortalecer el mercado interno. También cree en la austeridad
de la burocracia y la probidad de los políticos; él mismo se presenta como una
encarnación de ambas virtudes. Es un cristiano al que no le preocupa
especialmente la política de género, como los derechos reproductivos o de las
minorías sexuales. Es un nacionalista, descree de las fórmulas políticas y
económicas impuestas desde fuera y piensa que las soluciones están en la
historia de México, lo que también lo convierte en un mitógrafo audaz. Como
muchos otros populistas, dice tener una conexión directa con el pueblo y en
varias ocasiones ha usado su capacidad de movilización como su mejor argumento.
Esta es la
tercera vez que López Obrador se postula a la presidencia. En 2006, también iba
a la cabeza de las preferencias, pero cometió errores y fue objeto de una
campaña que lo mostraba como un peligro para México. La comparación con el
difunto líder venezolano Hugo Chávez hizo efecto y López Obrador perdió por un
estrecho margen.
Cuestionó el
resultado electoral y acusó a las élites políticas y económicas de haberse
coludido en su contra. Durante varias semanas montó protestas que paralizaron
parte de Ciudad de México y se proclamó
presidente legítimo. La jugada consumió buena parte de su capital
político: fue percibido como un líder caprichoso e irrespetuoso de las formas
democráticas. Pero, con una tenacidad singular en México, ha reconstruido su
camino hacia la silla presidencial.
En 2012, luego
de la derrota frente a Enrique Peña Nieto, el fotogénico candidato del PRI,
López Obrador abandonó el PRD para formar Morena, que en menos de tres años se
convirtió en la alternativa al histórico PRI y al PAN.
Para ampliar su
coalición política y asegurar los votos que lo lleven a la victoria, López
Obrador ha pactado con numerosos actores políticos: líderes sindicales
corruptos, representantes de la extrema derecha y figuras recién llegadas a la
política. Por ejemplo, el candidato de Morena para la gubernatura de Morelos,
en coalición con el Partido Encuentro Social (PES), es Cuauhtémoc Blanco, un
exfutbolista oportunista y cínico, quien también encabeza las encuestas en su estado.
El PES, que
espera quedarse con por lo menos cincuenta diputados en la cámara y decenas de
alcaldías, es un partido evangélico que se opone a la legalización del aborto y
el matrimonio igualitario, dos banderas de la izquierda en el resto del mundo.
Se trata de una alianza pragmática, como las que hicieron Dilma Rousseff y Lula
da Silva, que les dieron votos, pero también sirvieron para abrir la puerta a
estos movimientos
confesionales.
Además de su
pragmatismo, esta vez lo ayuda que la impopularidad del gobierno actual es
enorme: el hartazgo de la sociedad mexicana con la corrupción, el estancamiento económico y la escalada de la
violencia criminal en el sexenio de Peña Nieto hacen que López Obrador sea
visto como la única alternativa de cambio.
Durante el
registro de su candidatura, el 16 de marzo de 2018, Andrés Manuel López Obrador
dio un discurso al pie de una estatua de Benito Juárez, frente al Instituto
Nacional Electoral.CreditAlfredo Estrella/Agence France-Presse — Getty Images
El PAN y el PRI
tampoco se aliarán esta vez para enfrentarlo.
Así que,
después de dieciocho años de prepararse para este momento, Andrés Manuel López
Obrador se encuentra frente a una oportunidad histórica. Ha dicho que su
llegada a la presidencia prepara una cuarta revolución en la historia de
México; desde su punto de vista las tres revoluciones anteriores fueron la
Independencia, las reformas liberales del siglo XIX y la Revolución mexicana.
Esta cuarta revolución promete un gobierno nacionalista, austero y que combata
la corrupción y la desigualdad. También busca impulsar una serie de enmiendas
constitucionales para modificar la reforma energética, eliminar el fuero de los
funcionarios públicos e introducir mecanismos de democracia directa, como el
referéndum para revocar el mandato del presidente cada tres años. López Obrador
es el único mexicano que se compara con héroes de la historia política mexicana
como Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, que es como decir
que encarna a Washington, Lincoln y Eisenhower.
Muchos
mexicanos deseamos sinceramente un cambio, creemos que el país no puede
soportar más desigualdad, corrupción y violencia. Pero también tenemos dudas
legítimas sobre la soberbia de AMLO, su elevada concepción de sí mismo como
autoridad moral, su entendimiento de los problemas complejos y las alianzas que
ha trabado para asegurarse la presidencia.
En estas
elecciones López Obrador ha intentado presentar una cara más moderada para
ganarse al sector empresarial. Nombró como coordinador del programa de gobierno
a Alfonso Romo, un conocido empresario de Monterrey, y presentó hace unos meses
a quienes serán los miembros de su gabinete, un grupo plural, con una estricta
igualdad de género (ocho hombres y ocho mujeres) donde se encuentran
representantes de sectores empresariales, líderes sociales y un equipo
económico con posgrados en el extranjero.
Ese equipo
promete una política fiscal responsable, el control de la deuda externa
—que en 2017
alcanzó un nuevo récord— así como ahorros en el gasto corriente
—recortarán un tercio de los puestos de la alta burocracia del país—. Esta
fórmula, que implantó en Ciudad de México, contradice la leyenda negra que lo
compara con los gobiernos de izquierda en América Latina que han endeudado a
sus países hasta el punto del colapso.
Un hombre
remueve una publicidad que muestra a Andrés Manuel López Obrador junto a Hugo
Chávez de Venezuela, Juan Perón de Argentina y Luiz Inácio Lula da Silva de
Brasil. CreditGinnette Riquelme/Reuters
Una
preocupación añadida en estas elecciones es cómo enfrentará el próximo gobierno
a un bully en la Casa Blanca, defender al mismo tiempo a los connacionales que han emigrado a Estados Unidos y
continuar una relación económica vital para México. El candidato y su equipo
han declarado que apoyan el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y
que si la renegociación sigue cuando lleguen al gobierno, continuarán
trabajando desde las bases del equipo anterior, pero tratando con los
gobernadores de los estados del vecino del norte que tienen más intercambio
comercial con México.
Durante el
segundo debate presidencial, el 20 de mayo,
que trató sobre asuntos exteriores y la relación con Estados Unidos, López
Obrador repitió que la mejor política exterior es la política interior. Esto
significa que prefiere concentrarse en la solución de los numerosos problemas
que aquejan al país antes que tratar de intervenir en los problemas regionales.
Pero también expresa la fe en que la relación con la Casa Blanca será
automáticamente más respetuosa simplemente porque él y su gobierno tendrían
mayor autoridad moral que el corrupto gobierno de Peña Nieto.
Presentarse a
sí mismo como autoridad moral le consigue muchos apoyos, pero también le impone
límites a su esfuerzo de moderación y lo pone en contradicción con algunas de
sus alianzas más pragmáticas.
Hace poco, el
sector empresarial lo confrontó por su insistencia en cancelar la construcción
del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, estimada en 13.300
millones de dólares. López Obrador empujó la idea de que era un
proyecto costoso, que ha generado corrupción y dijo que tenía una solución más
económica. Aunque luego dijo que cancelar la obra no era una
decisión final, su postura desató una ola de acusaciones entre él y
las organizaciones empresariales. Con un tono familiar de superioridad moral,
el candidato ha dicho que ciertos empresarios forman una “mafia en el poder” y
se sienten “los dueños de México”. Ellos han publicado desplegados en
los periódicos protestando por el trato y algunos capitanes de industria han
comenzado campañas públicas y abiertas para que la gente no vote por él.
Andrés Manuel
López Obrador en un evento de su campaña en Tantoyuca, Veracruz, el 10 de mayo
de 2018CreditOficina de prensa de la coalición Juntos Haremos Historia/EPA, vía
Shutterstock
Recientemente,
AMLO retomó la senda de la moderación. Una de las principales cadenas de
televisión lo visitó en su casa y lo presentó como un hombre
austero, cristiano y con una esposa inteligente y encantadora, lo cual
demuestra que esta vez ni siquiera las élites están de acuerdo sobre su
radicalismo ni los medios más poderosos, como Televisa y Tv Azteca, se le oponen.
Si atendemos a
su paso por Ciudad de México, es probable que como presidente mantenga una
política fiscal responsable, intente una gestión austera, combata la corrupción
y amplíe la política social, pero también que movilice a sus bases para combatir
a sus enemigos, divida al mundo en buenos y malos y eche mano de estrategias de
consulta popular directa para saltar trabas legales.
Si gana la
presidencia, y también la mayoría en el Congreso, acelerará las enmiendas
constitucionales. Su éxito revive el dilema que asusta a tantos mexicanos: si
López Obrador será el presidente del cambio o el caudillo de la cuarta
revolución mexicana.
(*) Guillermo Osorno es periodista y escritor mexicano.
Es fundador y director de la revista digital Horizontal.mx.
fuente: https://www.nytimes.com/es/2018/06/03/lopez-obrador-osorno-elecciones-mexico/?smid=fb-share-es
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